En la publicación se destaca el gran potencial de la IA y al mismo tiempo llama que la humanidad guíe su desarrollo a través de la responsabilidad colectiva por el bien de todos.
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación publicaron el martes 28 de enero un documento titulado «Antiqua et nova: Nota sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana». Al respecto, en declaraciones a los medios acreditados en el Vaticano, monseñor Paul Tighe, secretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación, explicó que con esta publicación quieren contribuir al debate sobre este tema, ofreciendo orientaciones éticas y elementos de reflexión. «Hay una comprensión más amplia de la inteligencia», dijo, “que tiene que ver con nuestra capacidad humana de encontrar propósito y sentido a nuestras vidas, y ésta es una forma de inteligencia que las máquinas simplemente no son capaces de sustituir”.
A continuación, ofrecemos algunas de las respuestas dadas por monseñor Paul Tighe a las consultas formuladas por la prensa.
¿Qué hay de «nuevo» en este documento y qué espera comunicar al mundo, especialmente a la Iglesia?
El documento recoge muchas reflexiones que se han ido desarrollando orgánicamente en los últimos años. Lo que pretende es ofrecer a la gente algunas perspectivas desde las que puedan empezar a pensar de forma crítica sobre la IA y sus beneficios potenciales para la sociedad; y luego alertar sobre a qué debemos prestar atención para asegurarnos de que no hemos creado inadvertidamente algo que podría ser perjudicial para la humanidad y la sociedad. Yo diría que aquí hay un cierto elemento de precaución. Muchos de nosotros, con la llegada de las redes sociales, nos hemos apresurado a abrazar su extraordinario potencial. Y tal vez no vimos en cambio cuáles podrían ser las desventajas en términos de polarización, noticias falsas y otras cuestiones. Queremos abrazar algo que tiene un enorme potencial para los seres humanos: queremos ver este potencial, pero al mismo tiempo prestar atención a los posibles efectos contraproducentes. Y creo que eso es lo que intentamos hacer aquí. Un día leemos en los titulares que la IA será la salvación de todos nosotros y al día siguiente que causará la aniquilación y el fin del mundo. Intentamos ofrecer a la gente un enfoque más equilibrado. El documento se detiene en una serie de puntos. Hay algunas cuestiones principales relacionadas con el futuro del empleo, la guerra, las falsificaciones y las desigualdades. Hay cuestiones éticas y sociales en las que queremos detenernos. Sin embargo, al abordar estas cuestiones, intentamos al mismo tiempo cuestionar y centrarnos en una cuestión que es más subyacente, a saber, la cuestión antropológica de lo que significa el ser humano. ¿Qué es lo que da a la vida humana un valor, un propósito, un sentido? Reconocemos que los sistemas de IA pueden reforzar y mejorar ciertos aspectos de nuestra humanidad, como nuestra capacidad de razonar, de procesar, de discernir, de descubrir, de ver caminos, de generar innovaciones. Lo que queremos afirmar es que hay una comprensión más amplia de la inteligencia que tiene que ver con nuestra capacidad humana de encontrar propósito y sentido a la vida. Parte de la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué es lo bueno para la humanidad? ¿Qué es lo que fomenta el bienestar de los seres humanos? Y ésta es una forma de inteligencia que las máquinas sencillamente no pueden sustituir. En la tradición católica, la forma en que entendemos la inteligencia es algo más que razonar, calcular y procesar, sino que también incluye nuestra capacidad de buscar un propósito, un sentido y una dirección en nuestras vidas. Creo que lo que siempre nos preocupa es la búsqueda de la verdad última, qué es lo que da forma, propósito y sentido a la vida. Así que podemos utilizar la IA para que nos ayude en algunos aspectos pero, en última instancia, nuestra dimensión intelectual va más allá de algo que pueda hacer simplemente una máquina.
El desarrollo de la IA avanza a gran velocidad. ¿Por qué el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación han decidido publicar este documento en este momento?
Ciertamente, desde nuestro punto de vista, en lo que concierne al mundo de la educación, todos los educadores se preguntan cuál es el potencial de la IA en términos de apoyo a la educación y sobre los riesgos de una cierta despersonalización, a causa de la IA, de la naturaleza misma de la educación. Al mismo tiempo, estamos respondiendo a las preguntas que se plantean los obispos respecto de este tema y a la necesidad de tener algunas orientaciones a este respecto. El documento nace de ahí y responde a muchas otras iniciativas. También pretende unir las cuestiones éticas y vincularlas a la visión antropológica más fundamental de lo que nos hace humanos.
Si pudiera destacar un aspecto de este documento, ¿cuál sería?
Lo que me gustaría decir a la gente que va a leer este texto es que, sean católicos o no, el objetivo es estar lo más informados posible sobre lo que está pasando ahora mismo, sin sentirse impotentes o excluidos. Lo digo como alguien que ya ha recorrido un largo camino en la vida, y se lo digo a mi generación, para que no sienta que estamos retrocediendo. Una cosa que le diría a la gente es que empiecen a usar las tecnologías, que las exploren, que vean lo increíbles que son, pero que al mismo tiempo empiecen a desarrollar un punto de vista crítico hacia ellas, que aprendan a ser capaces de evaluarlas y reflexionar sobre ellas.
Un aspecto que yo extraería del documento es la importancia de la responsabilidad. Cada uno debe reflexionar sobre su grado de responsabilidad -y esto también concierne y se extiende al usuario- y preguntarse: ¿voy a empezar a compartir contenidos que sé que son dudosos o que imagino que pueden incitar al odio? Y asumir así la responsabilidad de cómo utilizo la IA.
Fuente: Comunicaciones CIEC